Hoy tocaré un tema algo delicado según como se mire, pero después de mi gran mejoría desde que llevo un año con dieta sin lactosa, baja en fructosa y sorbitol (más de 8 años sin gluten también),  me siento en la obligación de escribir esto.

Antes de nada, ni quiero decir que todo el mundo tenga que tener lo que yo tengo, ni todos los médicos son malos. Pero lo que yo he vivido tengo que explicarlo de alguna manera.

Me hago pesada siempre contando lo mal que lo he pasado, pero es que es tan gran el cambio que me gustaría poder ayudar a todas esas personas que lo están pasando mal por culpa de no tener un diagnóstico.

He tenido que cambiarme de médico muchas veces para encontrar a alguien que me mire a la cara y no me trate de paranoica. Que me haga caso y, aunque medio obligada por mí, me derivara a un nuevo digestivo para que me hiciera las pruebas de lactosa, fructosa y sorbitol.

Muchas de las personas que hemos sido diagnosticadas de celiaquía de mayores, nos hemos llevado de regalito otras enfermedades asociadas. Y esto muchos médicos lo niegan, pero desgraciadamente es así. Y ya puedes dar la gracias si te detectan algo más aunque suene a cruel, si no lo hacen te quedas con el diagnóstico a medias y nunca más estarás algo mejor (como a mí me pasó durante años).

Y a muchas de estas personas nos han plantado delante de los morros un paquete de pastillas anti-depresivas o nos han enviado o recomendado ir al psicólogo. Que hacen que te quedes con cara de: “¿¿QUÉ ME DICES?? Si a mí lo que me duele es la barriga y estoy por los suelos y no puedo salir de casa no porque esté deprimida sino que estoy hecha polvo y todo me cae mal.” Y llegas a casa y te las tomas porque al final, médicos, amigos, pareja y todo el mundo te hace creer que estás mal anímicamente. Y ellos los pobres pues también se lo creen después de verte días y días sin levantar cabeza. Y a lo mejor ni terapia ni nada, tan solo pastillas que a mí por lo menos el primer día me dieron un subidón que no había quién me parara, pero al día siguiente quería morirme. El tercer día las dejé por supuesto.

Y empecé a cuestionarme cosas, fue un verdadero infierno que me hace llorar de recordarlo. Interminables visitas a urgencias, dónde me miraban con cara de: “no sé qué tienes”. Y volvías a casa y ale a descansar e intentar llevarlo lo más dignamente posible porque había miedo que otra doctora iluminada sacara de nuevo las pastillas. Hubo una segunda vez que salí con una receta, pero esa vez la receta se fue directa a la papelera al cabo de unas semanas.

Me rendía, volvía a investigar y así durante mucho tiempo que he olvidado. Perdí a gente, perdí muchas cosas, hasta siento que una parte de mi vida.  Pero llegó el día que me diagnosticaron intolerancia a lactosa y malabsorción a la fructosa y sorbitol. Quería dar votes de alegría. ¡Tenía razón!

Luego llegó el bajón, porque no era fácil conseguir cocinar cosas aptas y encima asimilarlas bien, etc. Pero estaba contenta aunque más de un día estaba ya al límite. Un año después de no poder comer casi de nada, porque hasta lo más mínimo me podía hacer daño, he vuelto a recuperar la sensación que creo que nunca he tenido de estar bien, de sentir lo que sienten el resto de mortales cuando no les duele nada. Que no es todos los días no os creáis y arrastro siempre el miedo de pensar después de comer si me va a caer bien o no lo que he comido. Pero esto ¡tiene otro color! 🙂

Hace muchos años tuve que ir a una psicóloga, me trató muy bien y me ayudó a ver cosas que yo no veía por mi sola. Pero ahora, de mayor, dos veces que he ido he salido corriendo por la puerta. Yo no pongo en duda su trabajo ni su valía ni nada, pero a mí no me ha servido. ¿De qué sirve a una persona que se pasa el día con dolor de barriga sin poder salir de casa, que le digan que lo que tiene que hacer es salir más? Jod… si yo lo que he querido siempre es no estar en todo el día en casa! Y encima que te cobren lo que te cobran, que por estar tan enferma y no trabajar no puedes pagártelo, pero vas pensando a ver si me ayuda. Coge ese dinero y vete de viaje como hice yo una vez. Que volví destrozada, pero al menos vi mundo. Tres veces fui a uno y a la segunda cuando empecé a mirarme con cara de no te puedo ayudar, le dije que no quería que me ayudara, ¿para qué? ¿Cómo va ayudarnos una persona que no entiende lo que es una intolerancia no diagnosticada y encontrarse mal día tras día? (Y sé que me leerá algún psicólogo/a seguro y repito, no pongo en duda el trabajo que hacen, tan solo que hay que encontrar al profesional que nos pueda ayudar. Y que no está la solución en unas pastillas siempre, hay más opciones. Que si se tiene que ir se va, pero antes preguntaros y reflexionar sobre lo que os duele).

Y si tengo la suerte de que algún médico de medicina general me lea, pues decirle que antes de recetar unas pastillas anti-depresivas, averigüe más sobre lo que le pasa al paciente. Y que si me lee un psicólogo o psicóloga que en su consulta tiene una persona que tiene problemas con la comida, que le aconseje buscar a un digestivo.

El otro día una compañera celíaca me dejó  este mensaje en un grupo cuando expliqué que he mejorado muchísimo después de comer sin lactosa, fructosa y sorbitol:

“Me alegro mucho Mònica, parecía que no ibas a mejorar nunca”.

Esa era la sensación que yo tenía, que mi vida sería siempre horriblemente mala.

A la “moraleja” que quería llegar con todo lo que he escrito, es que si os encontráis mal después de comer, intentéis buscar el profesional que os pueda ayudar. Y si alguien no os hace caso, insistid con otro y otro hasta conseguir respuestas y mejorar vuestra vida.

Texto: GLUTONIANA

(Ya sabéis que me gusta ayudar si alguien ha pasado por lo mismo que yo, por lo que si alguien quiere saber más podéis contactarme: glutoniana@nullhotmail.com)